En
la actualidad nacen 470.000 niños al año en España, 100.000 menos de
los que nacían hace treinta años. La situación se ha prolongado durante
tanto tiempo que incluso la tasa de sustitución (2 hijos por mujer)
sería insuficiente, por lo que habría que aumentar el número de
nacimientos anuales en 280.000 más. La actual situación es insostenible y
no sólo para sostener el Estado de Bienestar como dicen los
izquierdistas o para pagar las pensiones como dicen los liberales, sino
para algo mucho más importante: la supervivencia de la sociedad y de la
nación española.
Con
la actual crisis no parece que la cosa vaya a mejorar sino todo lo
contrario. Con un 50% de paro juvenil y con cientos de miles de jóvenes
volviendo a vivir con sus padres, es difícil que vayan a tener más
hijos. Incluso los que trabajan es poco probable que vayan a hacerlo.
Las reformas laborales neoliberales de los últimos tiempos, aumentando
la precariedad y la temporalidad en el trabajo, disminuyendo el poder
adquisitivo de los trabajadores obligando a trabajar al hombre y a la
mujer del matrimonio, con jornadas demasiado largas, con demasiados
empresarios poniendo todo tipo de trabas a las mujeres embarazadas...
con todo eso la natalidad va a seguir bajando. La incorporación de la
mujer al mercado laboral, es algo negativo para la natalidad, y más,
cuando ni siquiera va acompañado de medidas reales de conciliación. En
otros países de Europa, la tasa de actividad femenina es mayor que en
España pero en cambio tienen más hijos que aquí.
Pero no nos engañemos, hay más
razones que las económicas y las laborales. El marxismo cultural
dominante en los partidos y en los medios de comunicación, con su guerra
entre sexos, su materialismo, su política homosexualizadora, su
eliminación del componente no material de la existencia humana, su
ridiculización de la familia y de la maternidad, su anti-nacionalismo
(fobia que comparte con los neoliberales) que lleva a una parte
considerable de la población española a niveles de auto-odio
patológicos...todo esto acaba haciendo que la gente no quiera tener
hijos, incluso aunque tenga una buena posición económica, como ocurrió
durante los años de aparente bonanza económica.
La prueba de que no todo es
economía es que los inmigrantes marroquíes, con tasas de paro muy
elevadas, tienen una natalidad superior a la de los españoles. Es verdad
que el hecho de que todos sus gastos estén a cargo del contribuyente
español influye, pero también es verdad que la inmigración musulmana no
está (todavía) contaminada de marxismo cultural.
Las políticas públicas tampoco
ayudan. España sigue siendo uno de los países de Europa que menos gasta
en ayudas a la familia, situación que se mantiene (incluso se agrava)
cuando gobiernan los “defensores de la familia” del PP. Suponemos que
cuando en el PP hablan de defender a la familia se refieren a la suya
propia, ya que no paran de enchufar a hermanos, primos, tíos y sobrinos
en todo tipo de cargos públicos.
De
la misma manera que el PP sigue sin tocar la Ley del Aborto, habiendo
llegado en este momento a la cifra de casi 1,7 millones de abortos desde
que se aprobó la primera ley en el año 1985. Igualmente, el PP sigue
sin tocar una sola coma de todas las leyes ideológicas del PSOE, cuyo
origen está en el mismo marxismo cultural.
La situación va a seguir igual. Los
350 señores que se sientan en el Parlamento Nacional ya han decidido
que la solución al problema es seguir importando de manera infinita
población de ese pozo sin fondo que es el Tercer Mundo, población que
irá sustituyendo de manera gradual a la población autóctona española
hasta su total exterminio en unas pocas generaciones. Marxistas
culturales y neoliberales económicos coinciden en este punto
fundamental. Para ellos las personas somos perfectamente
intercambiables. Si desaparece la población española se cambia por otra y
aquí no ha pasado nada. Pero ¿de verdad no pasará nada?.
En resumen, si queremos acabar con
el holocausto demográfico español hay que tomar muchas medidas, pero la
primera debe ser erradicar de la sociedad las dos ideologías, que
también se complementan, que lo han provocado: el marxismo cultural y el
neoliberalismo económico.
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